domingo, 5 de mayo de 2013

Los lobbies financieros, tentáculos del poder (II)


     (Segundo extracto de la Introducción del libro de la editorial Clave Intelectual presentado en el Círculo de Bellas Artes de Madrid el 29 de abril de 2013)  

Los grupos de interés o lobbys se manifiestan de diver­sas maneras y se pueden clasificar simplificada­mente en los tradicionales grupos de interés con fines de lucro y las ONGs o entidades o grupos de interés sin fines de lucro, cuyo número va en fuerte aumento. La gama va desde los bancos, las empresas, los sindicatos tradicionales y las asociaciones sectoriales, de profesionales y de agricultores, pasando por las asociaciones de consumidores y las plataformas ciudadanas que defienden un interés general o de grupo o  entidades con una  orientación general de defensa del medioambiente o de denuncia de deficiencias sociales. En la sociedad actual, la complejidad de las cuestiones públicas por si mismas, requiere unos conocimientos técnicos y una dedicación que han convertido el lobby, además, en una labor de profesionales. De ahí que la defensa organizada de los intereses particulares  ante los gobernantes y las autoridades públicas lleve a la intervención retribuida de profesionales, agencias especializadas o de comunicación, así como de despachos de abogados y consultoras que asumen profesionalmente la misión del lobby; y con su pericia y contactos sociales, de facto resultan impres­cindibles para el proceso político de la elaboración de la legislación. En general, particularmente en el mundo anglosajón se considera  legítima  la actividad profesional del lobby, que en inglés suele denominarse como government relations, considerándose que lleva ante el poder político las opiniones e intereses de los afectados por las decisiones de los poderes públicos. Dada su relevancia política creciente, en los últimos años se acentúa la tendencia hacia su regulación como medio de limitarla y de hacerla transparente, permitiendo a la ciudadanía tener un conocimiento cabal de esas actividades, lo que permitirá su valoración política en cada caso dentro del proceso democrático. 

Sin embargo, la influencia o presión que ejerce cualquier lobby o grupo de interés es directamente proporcional al poder que representa, sea por los recursos de que dispone, por su influencia en la opinión pública o por la capacidad de la movilización ciudadana. Y este poder dependerá de factores muy diversos, entre ellos, del peso social que tengan los intereses que defiende y de los recursos que se puedan poder a disposición de quienes ejercen las actividades de lobby, sean económicos, organizativos o intelectuales. De  ahí que la defensa de los intereses de la banca y los grupos financieros merezca una consideración aparte, más allá del planteamiento sociológico global. De ahí que las actividades de presión política de la gran banca tengan un alcance difícilmente comparable al que puede disponer cualquier otro grupo de interés aunque sea también de alcance mundial, en particular por la homogeneidad de esos intereses compartidos basados en el dinero.

Por consiguiente, en el plano político de quienes deciden o preparan las decisiones que afectan a las finanzas, el lobbysmo financiero alcanza la mayor altura y sutileza sobre los centros de decisión de  alcance mundial. Los proyectos de reforma financiera  que se gestaban en el seno del Comité de supervisores bancarios en Basilea, en el Consejo de Estabilidad Financiera y en los demás comités patrocinados por el G-20 y en los EEUU y en la UE, formaron parte de la agenda del Foro Económico de Davos en enero de 2010; donde la élite de la banca tuvo oportunidades para mostrar su oposición a las propuestas contrarias a sus intereses. Y un año más tarde, en enero de 2011, Tim Geithner, Secretario del Tesoro de los EEUU, se reunía en Davos privadamente con 14 altos ejecutivos de los más importantes grupos financieros mundiales, entre ellos el británico Barclays, el holandés ING y el Credit Suisse. Entre otras cuestiones, los grandes banqueros presionaban al representante del gobierno estadounidense, quejándose por las propuestas de regulación financiera de la Comisión europea, que supondrían diferencias importantes con la legislación estadounidense y que eran contrarias al objetivo establecido de una reglas comunes para el juego financiero planetario, según contaban los reporteros de un periódico internacional, que en la misma información se referían a “la feroz labor de lobbying  de los grupos financieros” ejercida sobre las autoridades nacionales.  

De ahí que este libro se focalice en los lobbys que sirven al poder de los grandes bancos y los grandes grupos financieros, como grupo social con recursos a menudo superiores a los del Estado y debido a que la actividad financiera está interconectada mundialmente. Mientras bancos y firmas financieras tienen capacidad legal para enviar libremente fondos de un extremo del planeta al otro y realizar operaciones sin trabas con nuevos productos virtuales en cualquier rincón del mundo civilizado, los Estados tienen unas fronteras que limitan el ejercicio de su autoridad soberana y de su poder de coerción. Y las instancias internacionales no van más allá de la coordinación, condicionada por diferencias políticas, culturales o de intereses nacionales. De modo que, por un lado, la libertad de innovación y de acción les ha permitido a las entidades financieras desarrollar unos mecanismos autónomos que han convertido los mercados financieros mundiales en un casino, donde los riesgos de las jugadas pueden generan enormes pérdidas que se difunden por el sistema y que los Estados terminan absorbiendo con cargo a los contribuyentes para salvar el sistema que ha creado esa situación; un hecho histórico acreditado por la experiencia reciente. Es la realidad que analizamos en nuestro libro anterior ([i]), al que nos veremos obligados a remitirnos en algunos puntos para la mejor comprensión del alcance de la cuestión de los lobbys. 

En el libro sobre Los lobbies financieros, tentáculos del poder, intentamos aproximarnos a la variada gama de instrumentos que son utilizados para persuadir o ejercer presión sobre el poder político en nuestras democracias, con la finalidad de mantener el referido statu quo del mercado financiero sin una regulación ni supervisión que reduzca sus riesgos y los de la economía, a la que tendría que servir en lugar de mantenerse como una realidad global que se impone sobre los gobiernos. Intentamos dar visibilidad a la realidad de los lobbys financieros que ejercen la presión e influyen, cuando no determinan las decisiones políticas relativas a la economía y a la sociedad. Mediante la observación y el análisis de las distintas organizaciones de alcance mundial, veremos qué significan y cómo funcionan quienes hoy están dedicados a la defensa de quienes se benefician del funcionamiento actual de los mercados financieros coartando la política en las democracias.


[i] Juan Hdez. Vigueras, El Casino que nos gobierna. Tramas y juegos financieros a lo claro. Clave Intelectual, 2012