lunes, 19 de marzo de 2012

Los grandes banqueros de ayer y de hoy


El lujoso y bello palacio de los Függer en Ausburgo es una reliquia que atestigua el peso político que esta riquísima familia de banqueros tuvo en la agitada historia europea de los siglos XIV y XV. Como banqueros del Imperio, las crónicas destacan que gracias a los florines prestados por los Függer, conforme a los usos de la época el nieto de los Reyes Católicos pudo sobornar a los electores, los príncipes y arzobispos alemanes, para que votaran en su favor y le eligieran nuevo emperador con el título de Carlos V como sucesor del emperador Maximiliano, como así sucedió. Por el contrario, la negativa de la casa Függer a avalar los recibos del rey Francisco I de Francia y a apoyar sus aspiraciones como candidato al Imperio, le convirtió en perdedor en estas elecciones del Imperio porque su mayor fortuna familiar, mayor que la del adversario, no bastaba para competir en la pugna de dispendios en sobornos, dádivas y promesas a los príncipes electores alemanes. Los Függer de Ausburgo jugaron la baza que favorecía más los amplios y complejos intereses económicos, comerciales e industriales de esta poderosa familia de banqueros en la Europa de entonces. Las élites gobernantes de la época no percibían nada extraordinario en esos hechos. Eran momentos históricos convulsos de transición desde el entramado feudal de la Edad Media hacia la constitución del poder soberano en los nuevos Estados europeos del Renacimiento.

Siglos más tarde, tras la Revolución francesa y las posteriores, se fue abriendo paso en Europa el ideal del gobierno del pueblo y para el pueblo hasta las democracias de hoy. Y actualmente esa configuración del poder fáctico histórico que representaron los Függer ha sido reemplazada por un entramado financiero internacional, todo un poder económico con su expresión financiera que condiciona las opciones en las democracias y las decisiones de los gobiernos elegidos por los ciudadanos. Son los llamados “mercados” que fragilizan a los gobiernos por un proceso histórico reciente de desregulación financiera, que en lugar de integrar a Europa en una unidad política federal, la ha globalizado contribuyendo a potenciar esos mercados financieros globales con su operativa y procesos opacos, a los que los propios Estados democráticos tienen que acudir para allegar recursos que financien los programas de gobierno y cubran los déficits presupuestarios generados por el descontrol de sus bancos. Y que con sus mecanismos, trucos y trampas terminan consiguiendo que los gobiernos europeos asuman los deseos de los bancos y los fondos especulativos, jugadores del casino financiero, relegando al olvido las aspiraciones de los ciudadanos y empobreciendo a los menos afortunados.

Todo un fenómeno político que hemos intentado viviseccionar en nuestro libro reciente El casino que nos gobierna (Clave Intelectual, 2012), con el análisis de sus mecanismos y poderes reguladores en la sombra, para aproximarnos a la cruda realidad del poder de las finanzas sobre las democracias de nuestro tiempo. Porque conocer mejor esta realidad es una exigencia previa para entender la política hoy y diseñar propuestas proyectos políticos de futuro concretos que permitan lograr su control y su sometimiento a la soberanía de los pueblos. Y es uno de los retos más importantes al que habrá que dar respuesta en estas primeras décadas de siglo XXI.-

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