domingo, 13 de julio de 2008

LA REIDEOLOGIZACIÓN DE LA IZQUIERDA

Los eventos políticos más recientes en Europa y en nuestro país reavivan la actualidad del libro Mercado sin ciudadanía-Las falacias de la globalización neoliberal de la profesora Maria José Fariñas, miembro del Comité de apoyo de Attac.

Es la globalización como ideología con la subsiguiente despolitización de la política y sobre todo de la izquierda, la que ha llevado en la Unión Europea a plantear la jornada laboral de las 65 horas semanales. Y a que un gobierno europeo recoja las huellas dactilares de niños de etnia gitana. A que ese gobierno europeo sea presidido por tercera vez por un magnate de los medios de comunicación que ha sido imputado como delincuente por 789 fiscales y jueces, según el recuento del propio imputado.

Nunca como ahora ha sido tan necesario y urgente trabajar en el campo crítico de las ideas y de las ideologías (...), buscar los elementos y los fundamentos para una reideologización democrática de instituciones como el propio Estado, la ciudadanía, la propia lucha democrática entre diferentes alternativas y los derechos humanos, desde el punto de vista de la ética pública”. Es una idea matriz que María José Fariñas fundamenta en su excelente ensayo Mercado sin ciudadanía- Las falacias de la globalización neoliberal (Biblioteca Nueva) que se ve reavivada ante los eventos más recientes en nuestro país y en nuestra Europa.

Solamente mediante el debate y la crítica abierta desde los valores podremos recuperar y reavivar la ideología de la izquierda, se nos dice en este ensayo. Y es que cuando un político tan provinciano como el recientemente reelegido líder de la derecha española, acusa al Congreso del partido gobernante de abordar “asuntos que no interesan a nadie” esta reclamando esa “despolitización de la política” como vienen haciéndolo desde hace dos décadas las fuerzas económicas y políticas neoliberales en todo el mundo. Unas fuerzas que desde el FMI e incluso desde la Comisión europea reclaman programas de gobierno como un ejercicio de eficacia empresarial y no como ejercicio de poder político, de compromisos de futuro y de responsabilidad cívica compartida.

Por eso frente a esa globalización como ideología, caracterizada por la despolitización, que Maria José Fariñas disecciona en Mercado sin ciudadanía, es necesario y urgente trabajar en la crítica de las ideas, buscando una reideologización del propio Estado y de sus instituciones, requiriendo a quienes representan a la izquierda – añadimos nosotros - que reflejen en la acción de gobierno los valores y principios de solidaridad y de igualdad que les acrediten como izquierda. Solo así incentivaremos la movilización política de los ciudadanos que percibirán más nítidamente la distinción entre alternativas de gobierno y al mismo impedirán la elección de concejales y alcaldes corruptos que ponen su enriquecimiento personal como meta política.

Las reflexiones y el análisis del citado ensayo, tres años después de su publicación, siguen de rabiosa actualidad precisamente para entender los efectos perniciosos de la doctrina dominante de la globalización neoliberal y los comportamientos de las fuerzas de derecha y de los representantes que se le asemejan aún bajo las siglas de la izquierda; y asimismo percibir las respuestas que ese fenómeno ha venido provocando, entre las cuales algunas las encarna Attac y que los Foros sociales han aglutinado. Es un libro de unas 200 páginas de lectura fácil y altamente recomendable, pero sosegada porque cada palabra, cada concepto tiene su enjundia y desvela el trasfondo en gran medida desideologizado de la política en la que estamos inmersos y que a tantos ciudadanos desconcierta y desanima.

Porque con frecuencia olvidamos el significado polisémico del término globalización, con el cual no solamente se describen ciertas transformaciones actuales de la economía y la tecnología sino que simultáneamente se nos marcan pautas política, normas y valores supuestamente modernos que con urgencia se nos demanda asimilar de modo inexorable, se subraya en este libro. Tras la aparente neutralidad del término “globalización” existe actualmente toda una construcción ideológica, de la cual cada vez es consciente un mayor número de ciudadanos gracias a movimientos de denuncia como Attac. Bajo ese manto se nos presenta a menudo una construcción ideológica neoconservadora enfundada en un proyecto político de alcance mundial que está perfecta y comercialmente diseñado y regentado por grandes grupos financieros y empresariales como gestores transnacionales, que resultan ser estadounidenses o ligados a Wall Street, respaldados llegado el caso por el potencial bélico de los EEUU. Es toda una “teología del mercado” bajo el imperialismo del capitalismo financiero.

Este capitalismo financiero, como cada vez resulta más palpable, “es un capitalismo especulativo, que ni produce, ni distribuye bienes, ni genera nuevos puestos estables de trabajo, tan solo genera nuevas formas atípicas de trabajo en condiciones degradadas y desprotegidas, a la vez que hace circular libremente el capital y el dinero, con el único objetivo de acumular riqueza y poder en cantidades astronómicas, buscando incesantemente las tasas de ganancias y las operaciones más ventajosas”.

Esta doctrina imperante ha globalizado el capital, con sus fusiones y adquisiciones de grandes empresa y bancos, pero no ha globalizado el trabajo, que se ve condenado a la inmigración clandestina y a la economía mafiosa. Es una asimetría entre el capital y la fuerza laboral, que ha borrado el carácter central del conflicto social; como la asimetría de los derechos lleva a la privatización de los derechos humanos y entre muchas otras, a la asimetría del poder mundial, que solo podrá superarse con la formación de poderes regionales en el planeta.

Una de las mayores falacias de la retórica neoliberal, que desmenuza Maria José Fariñas, consiste en la pretendida “desterritorialización” de la política y de la economía con la consiguiente y progresiva desaparición del Estado como objetivo programado, con el argumento de las costosas burocracias, pero que persigue la supremacía del mercado como regulador supremo, que es el sentido último de todos los programas de privatizaciones de empresas estatales y de servicios públicos. Esta ideología intenta a la postre reemplazar la primacía y la soberanía de los Estados nacionales por la soberanía difusa y supraestatal de las corporaciones transnacionales y sus ciegos mecanismos internacionales. Y al mismo tiempo, pretende finalmente anular las culturas autóctonas mediante la imposición de una supuesta “cultura global” única (que vemos encarnada en la atracción mediática que despierta Nueva York) frente a la cual se alzan cada vez con más fuerzas las culturas locales o de diversas latitudes, lo autóctono, como revelan las noticias del Altiplano americano.-

Ourense, 10 Julio 2008.

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